Donde el bloggista hace un post menor
La primera vez que conocí a Jaime Bedoya fue por una crónica que le leí sobre un concierto de los Stones, los Rolling para algunos, los Rolling Stones para la mayoría. No recuerdo el título. En ese momento jamás había sido un lector de Caretas –antes y después de Bedoya, la verdad, la revista siempre me produjo total indiferencia hasta que la política se volvió un mal necesario- y si leí la nota fue por el grupo, o quizás, por la idea de que un peruano estuviese conectado con el grupo o, mejor idea aún, porque un peruano se dirigía a Mick Jagger en uno de los párrafos. Al menos eso creo recordar de la nota, que bien puede ser una traición de la memoria, pero qué diablos. “Do you remember Perú, Mr. Jagger?”, alucino yo que le dijo el cronista casi gritando y a la volada a la leyenda del rock que pasaba al lado. No sé que respondió Jagger.
Después –aunque quizás fuese antes, pero ya veremos que la verdad o la mentira, la exactitud o la inexactitud, la realidad o la ficción son conceptos caros al bedoyismo- me topé con un librito rojo (¿era rojo?) llamado “Ay que rico!”, frase popularizada por un ser monodentario aparecido en los programas cómicos del fin de semana, esos que solía ver casi por obligación, como el curso de Educación Cívica. Leí la contratapa y sólo recuerdo una línea que me inspiró esta convicción nacida de la ley del menor esfuerzo: ¡yo quiero escribir estas huevadas! La frase era: “¿tiene alma el pollo a la brasa?”. Yo aún no era mayor de edad, contaba los reales a puchitos porque ni propina tenía y si visitaba librerías era para aspirar el olor de las páginas nuevas. Así que hojeé el libro, pero no lo compré. Lástima, porque eso pudo cambiar mi vida. Aunque visto en perspectiva, mejor no, porque me hubiera vuelto quizás periodista y sinceramente prefiero la vida que tengo ahora. El caso es que esta vez ya no olvidé al nombre del autor. Y, como bajada de titular, me quedó este otro bit de información para mis adentros: ¿es posible escribir así? ¿Realmente te publican esto?
Pero soy un lector flojo, de filias movedizas y, lo que es realmente feo, sumamente desleal con sus manías. Creo que con el transcurrir de los meses y con la cachimbología a cuestas me desvié hacia Sábato, Cortázar, Rulfo y todo el rosario de escritores nacidos para la inmortalidad y los lomos de tapa dura. Bedoya se mantenía ahí, pero en el subsuelo, caleta, secreto, como una desviación, casi como un antologable de la nunca hecha antología de los “poetas menores”, porque vamos, ¿es posible sacar de un párrafo una literatura? ¿O, más aún, de una palabra? No jodan, apretemos más el culo: ¿es posible sacar una literatura de un sufijo?
Supongo que ese es el destino de las plumas que se desviven por el periodismo: vienen con una fecha de caducidad feroz y sin religiosidad alguna, porque una vez que mueres –una vez leída y arrugada la revista o el periódico- no queda nada, cero memoria, cero trascendencia. Y, al menos en los claustros universitarios, esa distancia entre literatura y periodismo te la afianzan tanto que se vuelve infranqueable. Cualquier cruce de un lado a otro termina siendo un error metodológico. La primera es para el mausoleo, el segundo para el hueveo. Qué cojuda es la universidad, a veces.
Así que los encuentros con los textos de Jaime Bedoya por un muy buen tiempo vinieron con esas anteojeras: ni muy trascendente para ser literatura –¡Raúl Di Blasio no puede ser un personaje que merezca algo de buena prosa, por Dios!- ni tan fast-food para ser la huevada habitual del periodismo nacional. Pero, además, me quedaba siempre esta cosa incómoda cuando lo leía como periodismo: ¿son estos textos comprobables? ¿Notas al pie? Tráiganme al fact-checker ASAP.
No me he cruzado con muchos bedoyólogos o bedoyómanos en mi vida (aunque si quieres escribir, recomiendo no serlo, verdad surgida a la luz de la obra de varias figuras epigonales que en prensa o en literatura lo imitan muy mal ya que, como dicen, es difícil ser joven). Y, generalmente aquellas personas que lo aprecian y hacen público ese aprecio máximo tampoco gozan de una reputación de buen gusto que los haga infalibles: por ahí alguna vez le leí un elogio emocionado al periodista Gonzalo Quijandría, al escritor wannabe Raúl Tola, al incomprendido Jaime Bayly y hoy, en un arrebato de amor por Caretas y por el escritor objeto de este post, a Beto Ortiz, quien, si mi radar no me falla, compite con el propio Bedoya en esa Olimpiada de las mejores plumas nacionales últimas, pero que, humilde como nunca, o exhibiendo como siempre sus ínfulas de falsa modestia, prefiere quedarse como el segundón, como un medalla de plata. Si se toman la molestia ir al panteón donde Zeus esculpe y escupe el canon literario olímpico no verán ninguno de estos nombres. Si se toman la molestia de visitar algunos blogs literarios, verán que el mundo es otro, el de las enaguas, el de los abanicos, el de las cosa serias. Por eso me dan risa cuando se matan haciendo sus listas de los mejores y creen que alguien como Fulano o Mengano escribe bien o es complejo. Gimme a break.
Es verdad lo que dice Ortiz. Jaime Bedoya no es sólo el mejor escritor de su generación. Es quizás el último gran escritor peruano. Tiene tres libros de los cuales solo uno es hallable ahora (Mal Menor, publicado por Norma). Los otros los van a tener que robar, como yo lo hice. No se confundan: los libros de Bedoya no son recopilaciones de crónicas. Bedoya es un universo en sí mismo, tan conectado y desconectado de la realidad como un clásico, tan difícil de leerlo –hombre, es denso por momentos- como un poema. Hay que repasarlo, ir línea por línea, a veces pasando por alto sus fallas gramaticales que a la larga son sólo licencias de escritor que desbroza el lenguaje de su falta de abreviaturas, a veces tratando de descifrarlo y aceptar que hay cosas ininteligibles, arcanas, dirigidas a nadie o, en todo caso, a cualquiera menos a nosotros. No sé cuándo empecé a leerlo como lo que es –y como lo que, según me han contado, estudió- literatura. Pero empezar a descubrir ese nuevo ángulo del periodismo bedoyiano me dio mucha tranquilidad, porque ahí dejé de preocuparme de la verdad y la mentira, de la novedad informativa o del palo conchudo. Dejé de preocuparme del lugar de nacimiento de Dennis Angulo y de si esa foto es un photoshop, un identi-kit, un ser que existió o una formación ectoplásmica nacida en una sesión espiritista médium mediante, valga la redundancia.
Pero como me sucede con todo gran escritor, espero nunca conocerlo personalmente. ¿Para qué quiero que el mago me cuente el truco? Algunos placeres deben mantenerse así no más, como si no existieran de verdad.
16 comments:
agrega un nombre a esa lista que mezcla injustamente a Tola y Quijandría con Bayly y Beto.
también me golpeó cuando era chibolo. recuerdo una crónica sobre el rock subte (la mención a María T-ta es inolvidable), otra sobre cómics y varias más de las que escribía a finales de los 80, que alguien debería recopilar así sea contra la voluntad de su ejecutor. creo que fue la primera vez que busqué la firma de un artículo periodístico, la primera vez que quería saber quién chucha estaba escribiendo.
Bedoya es un maestro.
Y me hago la mismas preguntas que Hildebrandt y Ortiz se hacen: ¿por qué la sucesión de Zileri ha terminado en un capítulo de Dinastía? ¿por qué quien merece estar encabezando la revista no lo está?
Yo recuerdo, entre muchas, una sobre su breve, no fructífera, divertida sin ser burlona experiencia como músico, con funky-hits/ funky guitarra al lado. En mis tempranos tiempos en gringolandia, imprimía en la chamba a Bedoya (y a Vivas Sabroso y a Rafo León) casi con devoción. Me apunto en el teenage fanclub.
Hola, también soy un admirador de Bedoya. Pero que no se pierda de vista que no siempre un buen escritor, o mejor dicho, un excelente escritor, es un buen director de una revista o de un periódico. No perdamos de vista eso. Por eso pienso que el primero en no querer ser director de un medio como Caretas, es el mismo Bedoya. Ya lo describió bien Ortiz, esa propensión por querer guardar siempre el perfil bajo. Ser director de un medio, sobre todo como Caretas, te obliga a cierta exposición pública que al parecer Bedoya no estaría dispuesto a tolerar. Es una impresión que tengo.
Repito: ser un buen escritor no te hace necesariamente un buen director de un medio periodìstico, como tampoco lo hace el ser hijo o hija del dueño de dicho medio. Esto último es la crítica principal del texto de Beto Ortiz. En este caso, estoy totalmente de acuerdo.
Que ha pasado con Bedoya, se ha muerto que todos lo recuerdan ahora? El anterior post tiene razon: un buen escritor no es necesariamente un buen director. El talento para la cronica, la nota intima, o inclusive ser un buen editor, no te hace alguien que pueda comandar un equipo y carajear mientras descubres en el ambiente cual es la noticia de la semana. No deseo ser mezquino y decir que Bedoya
no es capaz de hacerlo, no lo conozco. En el caso de Marco Zileri, creo que solo el tiempo dira si pudo asumir el reto. Que nunca haya escrito una nota tampoco lo hace un mal director. Alguien piensa que el director de El Comercio es un gran periodista? Un sensible cronista? El Comercio no me gusta como diario, pero no puedo negar su exito empresarial y editorial. Tiene buenos asesores, me imagino, y en el caso de Marco, tambien los tendra. Pero al final, la responsabilidad es del director.
Por ultimo, Caretas es una empresa pequeña y familiar, no una corporacion con diez divisiones en television, radio y editoriales. En realidad no se por que tanta sorpresa por la eleccion.
Luis
Conocí a Bedoya en la universidad, fue a darnos una charla y presentaba su libro "Kilómetro cero" el único libro que tengo autografiado y que suelo leer y releer las veces que sean necesarias sin aburrirme y sin dejar de encontrar el placer de la buena lectura, tengo también "Mal Menor" pero nunca encontré "Ay que rico" aunque siempre escuché elogiosos comentarios.
Grande Jaime Bedoya, uno de los mejores escritores del pais.
Fernando Ezcurra
fezcurra@uio.tctv.com.ec
hay, hermanitos, ay, ayayay mucho por hacer habría dicho Vallejo al leerlos. (¿Saben quién es Vallejo, es ESCRITOR de verás) Qué pobre generación, qué tristes ejemplos, qué petisas miradas, pocas alturas a las que aspiran. Estos sus ídolos: Bedoya el mejor escritor, Bayly un gran novelista. Y, como nadie lo menciona, entre ellos se mete el ganso de Beto Ortiz que trata de ser escritor y apenas es Ñoño sin vecindad. Muchachos vayan a la biblioteca. Y no den verguenza. Bedoya es un buen cronista. Y punto. Para ser un buen escritor y el mejor hay que transitar otros terrenos, para empezar el reto de un texto que tenga más de las ¿mil palabras? que usa en sus breves páginas. Si estos son sus íconos cómo será lo que a ustedes les toca. Perú: poca cosa, poca altura. Lo acaban de ver con Roncagliolo y su triste "La Cuarta espada". Sean exigentes con sus figuras y con ustedes mismos.
"Bedoya es un buen cronista. Y punto. Para ser un buen escritor y el mejor hay que transitar otros terrenos, para empezar el reto de un texto que tenga más de las ¿mil palabras? que usa en sus breves páginas."
ayayay, estás defecando en el bidet, lee el libro de Calvino, el de las propuestas para el pròximo milenio, una de ellas alude a la brevedad, cada dìa hay menos tiempo de lectura para muchos, las "breves páginas" de las que hablas son una característica y punto
a propòsito, ¿qué fue del poeta arequipeño que, con ayuda de una "alita de mosca", iba a cortar la literatura peruana en dos?
Estimado y sobrio y culto defecador, ¿Calvino no ha escrito novelas también? Es un escritor para merecer tal nombre requiere mostrar su aptitud en géneros más sólidos que la crónica. Bedoya es un magnífico cronista en el periodismo. Escritor de talla literaria...
En cuanto al tiempo que no alcanza para leer, estimado defecador existe una publicación llamada El Trome, vale 50 céntimos y tiene calata al final.
Fue don Josemaría Arguedas, notable escritor éste, quien manifestó que el Perú se define como el lugar donde un hombre no puede hablar libremente con otro. Y yo diría, que tampoco puede hablar libremente del otro, porque el medio está lleno de egoísmo, mezquindad, envidia, mala leche.
Y sí, no sorprende a nadie, no, que el escribidor de mayor reconocimiento internacional, la vaca sagrada europea, don Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, declare que en el Perú no se le haya perdonado aún el tener éxito. Un éxito merecidamente logrado, un éxito a quien se arriesga, y sale, apostando lo que es, para ser más, en términos cualitativos. Y de eso precisamente se trata, de ser un escritor integral. Como él mismo confiesa, "mi idea del escritor no es la de una persona encerrada en un estudio y rodeada solo de libros y de fantasmas. El escritor que yo quiero ser necesita tener un pie en la calle, en la historia que se va haciendo, en el mundo que va viviendo el resto de la gente".
Yo creo que Jaime Bedoya tiene este agradecido mérito, y si bien no es un novelista consumado con una cuantiosa obra, ni con la popularidad de Mr. Stephen King, existen razones de peso para agradecerle y admirarle, y sobretodo, leerle y copiarle. No es exclusividad sólo de la irreberente Mafalda tener un club de fans. Por eso, estimado Anonimus, no saque conclusiones ligeras, y desmerezca el creciente público del bueno de Bedoya, que aunque no editor, si releído escribidor.
le falta ser escritor de "talla literaria"... cojudísimo pensar así, hasta el Trome tiene màs cerebro
1. Quien señala que la brevedad es de por sí un defecto tiene bien merecidos los cocachos que está recibiendo.
2. Pero ello no quita que Bedoya esta ahí nomás. Decir que alguien es un gran escritor o notable escritor es un acto de demagogia facilista en este tiempo en que los "grandes" escritores o los #notables" pululan por todas partes (especialmente entre las amistades de Faverón). Lean no más a Mailer, que acaba de morir para que vean lo que puede hacer un escritor y cronista, y que la talla de lo grande está muy lejos del nivel que elogían
¿Y cuál es la "talla literaria" de nuestro Vallejo, poeta enrevesado, posero, acomplejado (eso de "me moriré en París con aguacero" es digno de la brujita Jossy o de Jimmy Santi) y sólo leído en el Perú y unas cuantas traducciones hechas para deleite de sus sumos sacerdotisos? Ese anónimo de las 7:54 fijo que es del club de disticosos literarios de Thays, Faverón y Mazzotti.
Faverón cree que nadie se ha dado cuenta de que su post sobre el panteón de escritores del new journalism es un ataque disfrazado al grupo de bloggers periodistas que durante la semana (Ocram, Morsa, Fantomas) se sumaron al “homenaje” rendido por Beto Ortiz al cronista Jaime Bedoya. Primero porque ya sabemos que cada vez que puede lanza sus misiles contra ese otro bando de la Blog Wars. Y segundo, porque no se le pasa la bronca con Bedoya por varias razones:
*La continuidad de Maribel de Paz en la sección cultural de CARETAS, después de la reseña que hizo al libro de Ampuero y que provocara la airada reacción del facho.
*La presencia de Jerónimo Pimentel quien no ha tenido problemas en destapar las movidas mafiosas de su amiguete Thays.
*Los posts cachacientos dedicados al “metacrítico cultural” con los que fue inmortalizado en La Cebolla.
Que moldeable son los que toman como referencia lo que dos periodistas faranduleros y la unica revista politica tratan de crear.
por que se meten con el trome? hacer periodismo popular no es facil.
Post a Comment